Una pequeña anotación escrita a mano en la portada “Verano del 2009…”. Las hojas del álbum pasaban lentamente entre los débiles y temblorosos dedos. Una cara sonriente, una mirada de soberbia desafiando al mundo, una sonrisa riéndose de él, el horizonte se recortaba a su espalda, delante de él no habían límites, la fuerza de la juventud se sentía en cada uno de los poros de piel, en el brillo de sus ojos, en su indomable melena, sin comprender que era la vida, dispuesto a llevársela por delante, el joven iba pasando en cada una de las hojas, su alma capturada en cada fotografía, su esencia diluida en el tiempo. Unos dedos arrugados acariciaban la lisa superficie plastificada, una sonrisa dibujada entre una barba cana, un brillo de añoranza para unos ojos por momentos más vidriosos. Eran recuerdos ya olvidados, sensaciones que parecían nunca vividas, y sin embargo, a cada momento, aunque menos reales, parecían cobrar más importancia. Las hojas del álbum pasaban. El joven centrado en las fotos, como único punto de relieve, una guitarra en sus manos, aún creía oír los aplausos al terminar la actuación, ahora eran cuatro en el marco, un antiguo grupo en un escenario, la misma sensación de vida, la misma mirada desafiante. La vida seguía sin marcar límites, quizás tampoco los buscaba ya tan altos, quizás ya tenía lo que quería, las hojas, seguían pasando. Una mirada temerosa, una corta melena , una sonrisa casi de vergüenza, una piel casi pálida, ella, una lágrima cayó sobre el álbum. Con la mano envuelta en un pañuelo secó la hoja con cuidado, sin poder resistirse extrajo la fotografía, su reverso guardaba una firma, la marca de unos labios pequeños, un “Juntos para siempre”. Las hojas seguían pasando, ahora eran ella y él, el amanecer sobre una playa de naciente al fondo, una segunda anotación escrita a mano para cerrar y terminar el libro “…los mejores días de mi vida.”. El joven ya era adulto, un traje negro, un pelo corto, una mirada todavía desafiante, una sonrisa para la foto bajo una cuidada barba, un extraño sombrero en una mano, un diploma en la otra, el horizonte era un edificio de piedra, promoción del 2015 rubricaba la foto. Ella ya no estaba entre las fotos, él ya no aparecía sólo en ellas, las hojas cada vez pasaban más rápido, los dedos apenas acariciaban ya su superficie. Él había pasado a un segundo plano en las fotos, lo hacía junto a un coche, una casa, una oficina. Una mujer volvía a aparecer en las fotos, pero no era ella, se mostraba como un coche, una casa, una oficina, ninguna anotación en los reversos. Las hojas seguían pasando, una boda, un hospital, un bautizo, más tarde otro. Fotos de un coche nuevo, una casa nueva, una nueva oficina, las hojas, seguían pasando, un álbum daba pie a otro. Un niño y una niña, el tiempo parecía pasar más rápido por ellos que por sus padres, las fotos pasaban con los hojas, el tiempo no se detenía. Fotos de cumpleaños, viajes, vacaciones, momentos felices, un nuevo coche, anotados con etiquetas impresas, bajo títulos descriptivos. Pronto dejaría de aparecer en las fotos, sin esencia ni alma que capturar en ellas, tan solo los niños, cada vez menos niños aparecían en ellas. La foto de un amanecer en una playa de naciente, nadie en primer plano, recuerdos de recuerdos, otro cumpleaños de un niño, ya no tan niño. Una vieja guitarra apenas envuelta, una cara sonriente, una mirada desafiando al mundo. Las hojas pasaban, la historia seguía su camino, la vida continuaba, hojas en blanco al final del álbum, un espejo en la última página. El reflejo de una cara arrugada, una barba y un pelo canoso bien cuidado, unos ojos apenas visibles como dos rejillas, una mirada que parecía reflejar algo, un destello apenas percibible, una lágrima de comprensión, una verdad aterradora. Inspirar, respirar, inspirar, expirar, un álbum cae entre unos débiles dedos que ya no han de volver temblar; otro lo hace desde una mesa cercana impulsado por un viento que parece venir de ninguna parte. La habitación se queda en silencio, las paredes delimitan los horizontes; y sin tiempo para continuar, fotos ni hojas que pasar, la vida, llega a su temido e inexorable final.Dos álbumes abiertos reposan en el suelo, dos jóvenes con cierto parecido son objeto de foto en ellos, una vieja guitarra igual en ambas fotos, una misma mirada desafiando al mundo, una misma sonrisa riéndose de él. Y ella no volvio a aparecer?
300609.0231.dondeestas?
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