Dejando de escribir tonterias...

18.3.09

“Estaba llorando. No eran lagrimas derramadas o sin final, solamente trató lo mas que pudo y lloró. Sintió como le recorrían el rostro, llegaban a sus labios y probaba el salado sabor de la amargura. No volvería de nuevo a pasar por ello. Ya varias veces había dado todo y un poco mas, arriesgó, algunas veces dejó algo para sí, fue sincero, fue una mentira, trato de engañar y trato de dar lo mejor que tenia y sin embargo falló. Trataba de guiarse de señales y las veía en todas partes, cada nueva ocasión parecía aquello que había esperado hace tanto tiempo, sin embargo ninguna vez lograba serlo…”

Ver el piso, suspirar, mirar a un lado, recordar. Era una rutina que se repetía siempre, los nombres variaban al igual que las situaciones, el sentimiento extrañamente era el mismo, y lo que seguía después se repetía. Quizás tenia la mente contaminada de tantas historias escuchadas, miró irónico al techo desafiando la presencia de aquel que no veía pero muchas veces sentía y se dijo a si mismo: “ la vida no es un libro, los finales felices son solo inventos para hacernos creer que la vida no es tan miserable como realmente es…”
Y así el sonido del cerrar de un libro encerró el corazón en las mas profundas tinieblas que este jamás había conocido, se apago el brillo de sus ojos y su sonrisa decidió intentar suertes en otros rostros pues en el ya no había mas trabajo que hacer, sus labios se secaron y un sombrío otoño reinó en el alma de aquél.
Todos los hombres vienen a la tierra a morir, el decidió cumplir su destino ese mismo momento, la muerte volvería de nuevo a él algún momento incierto; vendría a reclamar su cuerpo ya que su alma se extinguió en ese mismo momento.


Entre números y formulas, entre el alcohol y burlas, los días pasaban iguales, los lunes eran tan martes como los sábados eran jueves, las siete de la noche era tan tarde como las mañanas y los mediodías tan de noche. La perdida del tiempo, del pasado y del futuro, no mas un presente continuo, tan insípido como la brisa calida de un domingo.
Se limitaba a seguir caminando por que retroceder carecía de razón y era mejor seguir la inercia del sentido. Durmiendo entre voces y rostros tras la continua sinfonía de la nostalgia y el infinito silencio de la perdida. La desgracia y la agonía conversaban diariamente con el pues solamente ellas hablaban el leguaje que el conocía.
Poco a poco sus amigos se hacían un tanto mas distantes, las palabras se mezclaban entre ruidos lejanos y podía verlos hablando, saludando o abrazándolo, no importaba, el estaba mucho mas lejos y mucho mas solo de lo que pudieran ver los demás, las hojas de los árboles de esperanza estaban casi todas en el suelo y el susurro de los vientos del olvido se las llevaba tan lejos a como estaban sus amigos.

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